CARTA A MI HIJA HABLÁNDOLE DEL INFIERNO

Querida Sofi:  

Te quiero aclarar con todo el cariño, pero también con toda la firmeza que mis afirmaciones a cerca del infierno no tienen nada que ver con terrorismo moral, no quiero asustarte, quiero despertarte, abrirte los ojos.

A pesar de que ya lo sabes, mi único interés es alertarte sobre el hecho incontrovertible, además de fe, que tiene que ver con el hecho de que una vez muera nuestro cuerpo material nos enfrentaremos a la realidad eterna a que nos hemos hecho acreedores, que puede ser vida, pero también muerte, en ambos casos eterna y en ambos casos irreversible.

Sabemos, porque así está escrito en la Biblia y en esa realidad nos educaron, que Dios nos creó, casi tan perfectos como a los ángeles, para que lo adoráramos y para nuestra propia felicidad, esta realidad, este plan original se vio trastocado por cuenta del pecado original, que implicó que fuéramos expulsados del Paraíso y enviados a este "valle de lágrimas".

Solo por comer del fruto del árbol del Bien y del mal, fuimos castigados y expulsados del Paraíso, desde ahí, conscientes de nuestra desnudez y condenados a ganarnos el pan con el sudor de la frente y esclavos del pecado; esta, la primera gran prueba de que Dios si castiga.  Castigos de los que tenemos multitud de ejemplos: La Torre de Babel, Sodoma y Gomorra, el diluvio universal, la persecución y expulsión de Israel, su pueblo, durante 1.800 años.

Nuestro Dios es un Dios de amor, es un Dios de Misericordia, pero también, y no nos llamemos a engaño, es Justicia infinita, no seamos inocentes y no nos comamos las herejías y las patrañas que ahora nos están tratando de meter por entre los ojos algunos curas y laicos a quienes les ha dado por negar la existencia del mismo.

Claro que Dios nos ama y nos quiere con Él, tanto así, que para redimirnos del pecado envió a su hijo, Nuestro Señor Jesucristo, para que diera su vida por nosotros, quien derramó, en la cruz, hasta la última gota de su sangre para el perdón de nuestros pecados.  Pero esto no es así no más.  Él nos creó gratuitamente, eso es verdad, nos llenó de dones, también es cierto, pero la salvación necesita de trabajo y esfuerzo por parte nuestra.  Pretender cínicamente, que porque Dios es amor, nos salvaremos del castigo, no solamente es irresponsable, sino que además, esa actitud por sí misma, es pecado, es pecado mortal y es uno de los únicos cinco pecados que no tiene perdón de Dios porque va contra el Espíritu Santo, es el pecado de presunción.

A pesar de lo que te puedan llegar a decir algunos curas, una vez muere la persona, enfrenta su juicio particular, conoce a Jesucristo y su Grandeza, prueba el Amor Infinito, la Verdad Infinita, la Misericordia Infinita, lo malo, es que también prueba la Justicia Infinita.  Este juicio consiste, en que uno mismo compara su vida, sus hechos, sus actos, sus ejecutorias, sus acciones y sus omisiones contra la palabra, contra Dios, y el alma sabe en un instante, en un momento, cuál será su destino, si el cielo, el purgatorio o el infierno.

El infierno existe, existe y, además, es un dogma de fe, luego es obligatorio para todos los católicos creer en su existencia, es un lugar físico, también es un estado del alma, es un castigo eterno y además es terrible.  Si el destino del alma es el infierno, en ese terrible lugar, el alma es privada de la chispa del Espíritu Santo que tiene, por eso se dice que el infierno es la ausencia de Dios, esto es terrible, no como lo tratan de pintar algunos.  Es que, una cosa es no sentir a Dios teniéndolo, como nos pasa a todos muchas veces a lo largo de la vida y otra es no sentirlo porque no lo tiene, ese es el primer castigo del infierno, ausencia que se mantendrá para siempre, por toda la eternidad; el segundo castigo es saber de lo que se está perdiendo, pues durante el juicio particular estuvo frente a Él y percibió lo infinito de sus dones y de sus bendiciones; el tercer castigo, tiene que ver con experimentar la presencia permanente de Satanás, recuerda el susto que genera estar frente a una persona mala, así sea por segundos, que tal estar frente a la encarnación del mal por toda la eternidad, piensa en eso, cómo será ese terror; el cuarto castigo, es estar en el lago de fuego, pagando, las consecuencias del pecado y el suplicio correspondiente al pecado cometido.  Solo odio, dolor, y mal por toda la eternidad.

Nuestro Señor menciona varias veces la existencia del infierno. Basta ver la sentencia de Mateo (25, 31-46) "Id malditos al fuego eterno", y el Apocalipsis nos habla del "lago de fuego. Muchos Concilios han declarado de fe pública la existencia del infierno y purgatorio y consideran hereje a quien lo niegue.  Por ejemplo el Concilio Lateranense IV (D. 801) dice van a él, los que mueren en pecado mortal (D1002; D 1306, Etc.), el purgatorio es verdad de fe divina y católica definido por los Concilios Lyon (D8569) Florentino (D1304) y Tridentino (D1820) refrendados por el Vaticano II (Lg Nos 48, 49,50). 

El catecismo de la Iglesia Católica, ordenado y realizado por Juan Pablo II, desde el numeral 1033 advierte sobre la existencia del infierno, sobre esa realidad tan terrible y siguiendo las enseñanzas de Cristo, la Iglesia advierte a los fieles de la triste y lamentable realidad de la muerte eterna, llamada también infierno.

La Virgen en Fátima mostró el infierno a los niños, quienes, terriblemente asustados, convirtieron sus inocentes vidas en una penitencia total. De su gravedad y dificultad advierten también: Santa Teresa de Jesús, Don Bosco, la Beata Ana Catalina Emmerick, santa Faustina Kowalska, Martha Robin y muchos otros.

Solo en la mala fe absoluta y en el intento de llevar almas al infierno se puede entender la pertinaz insistencia de teologías modernas como la Holandesa, la Alemana, la Hedonista, la de la Liberación, negando su existencia y sustrayendo a los fieles de sus obligaciones y cargas para lograr la salvación del alma, pero claro, al negar el castigo, así como el lugar del castigo, podría uno concluir que daría lo mismo portarse como Teresa de Calcuta o como el peor de los criminales, pues en todos los casos los méritos o reprimendas por la conducta durante la vida conducen al mismo sitio.  Le oímos a Francisco hace pocos días comentar que las almas de los egoístas una vez muertas se difuminarían, y que todos los demás nos veríamos en el cielo, qué teología tan horrorosa, pues sabemos de boca del mismo Jesucristo que la Justicia de Dios es retributivo y, recompensa a quien le obedece y castiga al que no vive su palabra y la rechaza, ignora o desobedece.  Mateo 25: 31-46 "venid benditos de mi Padre al Reino, pues obedecieron la ley del amor y las obras, e, id malditos al fuego eterno" para quienes rehusaron obedecer sus mandatos de dar la vida por los demás.  Esta frase es terrible pues llegado el momento de perder a Dios para siempre, el condenado exclamará y se dará cuenta que ha perdido a su Creador, a su Redentor y a su Padre.  Ha perdido a Dios y con Dios ha perdido a María, ha perdido la vista de los ángeles, ha perdido todo.  No puede haber nada peor que saberse condenado para siempre.

"Muchas almas van al infierno porque nadie ora por ellas", dice la Virgen de Fátima e invita a la conversión de todos y a no ignorar las realidades eternas que, so pretexto de no asustar a las personas, guardan silencio y quitan a las personas el conocimiento de aquello que les infundía "un santo temor de Dios" terminando así en un facilismo religioso en donde Dios se convierte en un alcahuete de nuestros pecados.

Te puedo dar decenas de citas bíblicas o doctrinales donde se habla del Infierno, del demonio y del castigo eterno.  Hay libros enteros dedicados a eso.  Te recomiendo, leer directamente de la Biblia y del Catecismo de la Iglesia Católica, pero además pedir en oración al Espíritu Santo que te ilumine y te llene de gracia, y sobre todo pedir por los sacerdotes que no creen en el infierno y arrastran con ellos a muchas almas a la perdición.   

Al ver todo esto decidí no callarme más  y alertar a la gente, no puedo seguir cómodo en mi silencio, viendo como dos o tres personas de manera aislada defienden mi religión, es necesario que abramos los ojos y desmontemos esa religión farsante y ridícula que se está organizando desde las más altas jerarquías.

Si en tu proceso racional, lo que quieres es usar el criterio de autoridad, te puedo dar citas de verdaderas autoridades en temas eclesiásticos y teológicos, como por ejemplo: Santo Tomás de Aquino, uno de los más grandes doctores de la Iglesia, quien dice que "...la justicia de Dios requiere la eternidad del infierno como pena indicativa del mal.  Es un principio admitido que debe existir proporción entre la culpa y la pena, entre el crimen y el castigo.  Y en verdad la gravedad de la culpa se deduce de la dignidad de la persona ofendida.  El pecado ofendido a una Majestad Infinita reviste, por lo mismo, una malicia infinita, haciéndolo merecedor de un castigo infinito.  Pero como el hombre es limitado y finito en su ser, no puede ser susceptible de una pena infinita en intensidad, pero puede ser castigado con una pena infinita en duración, es decir, eterna... la existencia del infierno es un dogma de la razón y un artículo de fe".

San Pablo, otro gigante de nuestra fe dice: "trabajad con temblor y temor por vuestra salvación".  Hay dos caminos, uno es estrecho y áspero, por el que caminan unos pocos, y el otro es ancho y lleno de flores, el de la perdición, que es por donde camina la mayoría.  

Cuando le preguntan Jesús dice, al final muchos querrán entrar y no podrán. Muchos son los llamados, pocos son los elegidos.  Sabemos que la salvación exige violencia, negación de sí mismo y una decidida y férrea voluntad para trabajar por la salvación, con seriedad y disciplina.  Sabemos que es muy difícil y solo los más esforzados lo logran, pero también sabemos que uno pone lo poco, lo posible, lo más fácil y Dios pone todo lo demás.

Para empezar a cerrar vuelvo al principio.  En el Diluvio fue salvo únicamente Noé con su familia, en Sodoma y Gomorra Lot con sus hijas, pero no son los únicos ejemplos, hay más.  Luego algo pasa entre el Dios bondadoso, misericordioso, madre, cómplice y parcero que debería salvar a todos como nos lo están predicando muchas de las jerarquías de nuestra Iglesia y el Dios de verdad que premia o castiga de acuerdo con los merecimientos de cada uno.

Con todo el respeto por tu libre albedrío, por tu libertad, te invito a que busquemos a Dios con disciplina, pero al Dios que aparece en la Biblia y en la doctrina de la Iglesia, al Dios verdadero, no a ese dios hecho a tu imagen y semejanza, no te hagas un dios tan chiquito como los de la nueva era, acuérdate que tú eres hecha a imagen y semejanza de Dios, es decir al revés de lo que te están enseñando, El Dios de verdad, es un Dios que exige renuncia, sacrificio, penitencia, negación, morir a sí mismo, coger los propios bienes, venderlos, darlos a los pobres y seguirlo, ese es nuestro Dios, el Dios de la vida eterna, no el que el mundo nos está dando, el del placer, comodidad, el poder, el tener, el acumular riqueza, a recorrer la vida por el camino ancho y lleno de flores, sin esfuerzo alguno para salvar el alma, enfrentándonos sin dudarlo a la condenación eterna.

1 comentario:

La Crónica dijo...

Te sigo con mucho interés, tu juventud con Andrés, que antes de su muerte logró la conversión me une más al Padre.